LA ILUSIÒN DE LA CLASE MEDIA

 

Por José Maximiliano Marcantoni (*)

Febrero de 2018.

No hay duda que la expectativa de la clase media respecto al nuevo gobierno era contar con más y mejores empleos, menor inflación y una reducción del impuesto a las ganancias de cuarta categoría que se cobra a los empleados en relación de dependencia.

Durante los últimos años del gobierno anterior la clase media fue duramente castigada con el impuesto a las ganancias, no pudiendo trasladar la carga impositiva a nadie, y, en consecuencia, reduciendo su nivel de ingreso real. Por otra parte, la alta inflación también minaba los niveles de consumo, lo cual siempre afecta y afectó en mayor medida a los sectores bajos de la población (que destinan la mayor proporción de su ingreso al consumo de bienes y servicios básicos) pero también a la clase media. Esa frustración, esa impotencia, se fue transformando en ilusión al surgir la promesa de un país mejor. La economía del país que se comenzaría a edificar nuevamente luego de las elecciones presidenciales de 2015.

El consenso general indicaba que el común de la gente estaba dispuesta a asumir cierto grado de acomodamiento de la economía a cambio de que luego se tornara realidad la esperanza de un futuro alentador. Lo primero (el ajuste económico) se cumplió; lo segundo aún está “en carpeta”.

El nuevo modelo de gestión de la economía traería consigo la transformación de la ilusión de la clase media en realidad palpable. Los empleados en relación de dependencia de clase media, los autónomos y monotributistas, verían reducida su carga impositiva mediante el paulatino descenso del impuesto a las gananciasen relación a su ingreso, disminuiría la inflación “de bolsillo” y tendrían másdinero disponible para destinar a lo que quisieran. Los inversores extranjeros, anteriormente espantados por el contexto local pero ahora con “reglas claras”, volverían a invertir, generando una lluvia de dólares de origen extranjero (la IED o inversión extranjera directa).

Algo en medio de ese camino al oasis de la prosperidad ha fallado y aún no se llega a destino. Por el contrario, la inflación se redujo inicialmente para tener luego un rebrote, el consumo y ventas caen, la carga impositiva sigue siendo casi la misma pero con ajustes de tarifas y el nivel de inflación acumulada desde 2016 alcanzó 75,84% (40,9% en 2016 y 24,8% en 2017). Ahora bien, esto no sería “destructor de ilusiones” de clase media si al menos hubiera abundancia de empleos mejor pagos, generando de esta forma aumento de ingresos, lo cual, obviamente no sucedió. Tampoco vinieron los tan esperados dólares de inversores extranjeros, ya que sólo uno de cada tres dólares que ingresa al país se destina a inversiones genuinas mientras que los otros dos dólares se destinan a especulación financiera para salir del país con intereses, lo que a su vez carcome las reservas del BCRA. Hay que hacer memoria de estas situaciones que ya hemos vivido hace años.

Mientras tanto, a la clase media le toca seguir construyendo el país con perseverancia y trabajo. Hacer un uso eficiente de sus recursos económicos, no dejar  ahorros ociosos (sin invertirlos en nada), observar nivel de gastos y usar la  creatividad para generar nuevos ingresos, podrían ser buenas medidas a tener en cuenta hasta tanto lleguemos al tan ansiado destino, o si no lo alcanzamos, podamos renovar nuestra ilusión en una nueva etapa.

Finalmente, me uno a la opinión del economista premio nóbel, Joseph Stiglitz: “con el neoliberalismo desacreditado y habiendo fallado la austeridad, necesitamos reescribir las reglas de la economía una vez más. Necesitamos reglas enfocadas en el crecimiento económico de largo plazo, y la única clase de prosperidad sostenible es la prosperidad compartida”.

(*) José Maximiliano Marcantoni es Magister en Dirección de Empresas (MBA) de UADE, licenciado en administración (UBA), convencido de la economía como herramienta resolutiva, consultor empresarial de QCC Consultores.